Per Àfrica Belda Aparicio, de 2n de BAT-B
En España tenemos la
suerte de ser un país cuyas escuelas e institutos públicos incluyen un programa
de educación sexual con especialistas y profesionales de este campo. ¿Es sana?
¿Es suficiente? Son preguntas que parece que no valga la pena plantear porque
hay asuntos más “significativos” en la política actual.
Dichos programas de
educación sexual incluyen diferentes actividades, dinámicas y reportajes con
los que se pretende la concienciación y el estudio de una vida sexual sana. Los
proyectos son bastante completos, desde la interiorización de conceptos básicos
y de tipos de relaciones sexuales hasta la explicación de la violencia machista
y sus primeros síntomas, la deconstrucción de falacias transmitidas de
generación en generación o la contestación de todo tipo de dudas que puedan
surgir durante el camino. Se empiezan a impartir en los últimos años de
primaria, cuando también se explican los productos de higiene menstrual, y
acaban en los últimos años de bachillerato, donde (se supone) las dudas deben
ser escasas.
Es obligación de quienes
enseñan la educación sexual actualizar tanto la manera del aprendizaje como la
nueva información con el paso de los años. De estas personas dependerá que la
educación sexual en España sea sana. Desde la experiencia personal, la
educación fue de calidad, bien organizada y, sinceramente, más necesaria de lo
que se piensa. Sin embargo, no se contempla el hecho de que los colegios
concertados o privados (en su mayoría religiosos) no ofrecen este tipo de educación.
Es una asignatura tan necesaria como Lengua castellana o Matemáticas y debería
ser obligatoria en todas las escuelas e institutos del país.
La población parece no
ser realmente consciente de lo importante que es que los niños y niñas crezcan
con una educación sexual sana, diversa y precabida. Es imperativo que sea para
todos y siempre buscando el mejor planteamiento de los conceptos.
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