Segons el diccionari, un
lipograma és un text en el qual s’ometen deliberadament totes les paraules que
contenen una determinada lletra o un grup determinat de lletres. El terme el
vam heretar dels antics grecs, aficionats per aquella època a aquest curiós joc
de paraules que s’ha mantingut vigent al llarg de la història i que posa a prova
la creativitat dels escriptors. Asseguren que el seu origen es remunta al segle
VI abans de Crist, quan Laso de Hermione, un poeta grec, va decidir suprimir la
lletra sigma en algunes de les seues obres.
En castellà també compten
amb enginyosos aspirants a lipogramistes. El dramaturg Enrique Jardiel Poncela
va publicar cinc lipogrames entre 1926 i 1927 en el diari La Voz. Els
més coneguts són Un marido sin vocación (sense la lletra e) i El
chófer nuevo (sense la lletra a).
Doncs bé, Ignacio Doménech
Martínez, alumne que està cursant enguany 1r de Batxillerat Humanístic, ens presenta
el següent lipograma on la vocal a no apareix per cap lloc. Però aquest
és un lipograma un tant especial, perquè planteja al final una qüestió la
resposta de la qual està amagada en el mateix text. Qui serà capaç de trobar la
resposta a aquesta endevinalla?
Como fue siempre su costumbre, Ernesto cumplió con sus menesteres muy pronto. Esto le dejó cierto tiempo libre que llenó con su frecuente té y periódico.
Un momento después puso su sombrero en sus sienes, cubriendo el poco pelo que su juventud le dejó, se despidió del dueño del mesón donde tomó el té y se fue con los ojos puestos en el horizonte.
Colocó su periódico sobre el mueble del recibidor en el mismo segundo en que entró en su piso y se sentó en el secreter, un viejo pero robusto mueble en el fondo del comedor, donde escribió un extenso pliego con sus últimos deseos.
Huyó luego, bueno, lo intentó… Llegó lejos, pero sus miembros cedieron por el coto de Don Roberto, el hijo del conde. El súbito desplome hizo que fuese sencillo cogerlo.
Ildefonso vio el cuerpo de Ernesto en el momento de su hundimiento y no dudó en ir. Llegó en pocos segundos y ultimó los pormenores de su objetivo.
Lo cumplió con mucho menos esfuerzo del que pensó en todo momento. El ser pérfido, vil, cruel y perverso que torturó el cuerpo débil del viejo Ernesto, no dudó, ni un minuto, en suprimir sus ojos cerúleos y su lúcido ser.
Lejos de sentir remordimiento se fue convencido de que obró bien, como un hombre justo, pues Ernesto fue siempre un señor molesto con sus vecinos, y él lo sufrió por mucho tiempo.
Oculto se encontró el suceso por todos los residentes del vetusto pueblo del pobre Ernesto, pero sigue en pie un misterio que ninguno supo por mucho que llovió. ¿Qué instrumento, Ildefonso, utilizó?