Risas, aplausos y vítores junto a la escalera
El pasado 6
de noviembre, “Historia de una escalera” llegó a las puertas del Echegaray de
la mano de la -todavía amateur- compañía teatral Pantomima Teatre
Una crítica de Carla Gandia Tortosa (2n BAT-B)
Esta
tragedia social de Buero Vallejo, que está ambientada en la España de posguerra,
no puede dejar indiferente a nadie, puesto que, a pesar de tener implícitas una
temporalidad y una espacialidad determinadas, muy complicadas de adaptar al
escenario, es un drama universal, que se repite en todas las sociedades humanas
e incluso en cada individuo. Es por eso por lo que la historia en sí misma ha
calado entre los espectadores.
Se trata
de una obra un tanto compleja, y por ello difícil de transmitir sin que nadie
se pierda por el camino. Sin embargo, supieron muy bien cómo plasmarlo y
lograron su objetivo.
El
principio de la función, a mi parecer, fue un poco lento. Determinados actores no
lograron transmitir las emociones y ambiciones de sus personajes, ni
tampoco consiguieron captar acertadamente la atención. Su tono de voz no
transmitía absolutamente nada y sonaba forzado. No llegaron a conmoverme ni un
pelo.
Pero lo
cierto es que hubo un punto de inflexión en la obra. Tras el primer acto salió
al escenario María Vicent e interpretó sublimemente una canción que logró
ponerme los pelos de punta. Acompañada por un guitarrista, con delicadeza y
pasión, dejó asombrado a todo el teatro consiguiendo erizar la piel. Fue
sencillamente magnífico.
Tras el
primer acto aparecieron nuevos personajes que cambiaron totalmente el
transcurso de la obra. Hasta entonces estaba resultando ligeramente monótona.
Fue admirable la interpretación de Urbano, no cabe duda de que el proceso de
selección resultó ser acertado. Urbano logró destacar sobre el resto. Su tono
de voz, sus gestos, sus expresiones faciales, fueron impecables y supo muy bien
cómo adaptarse en cada momento.
El resto
de la actuación fluyó perfectamente. La compañía supo dar un tono cómico en
determinadas partes de la obra, que acabaron arrancando carcajadas a la
audiencia.
La
función culminó, aproximadamente, una hora más tarde, con un mar de vítores y
aplausos para los actores, y no cabe duda que eran bien merecidos.
Terminé
con una gratificante sensación de haber invertido sabiamente el tiempo y con
una creciente ansia por descubrir cuáles serán sus próximos proyectos.
En pocas
palabras, superaron mis expectativas con creces.
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