dijous, 31 d’octubre del 2019

Halloween: Jordi Úbeda crea un original minirelat a partir d'una microficció

Sabíeu que un dels relats de terror més breus tan sols té dos enunciats?

Jordi Úbeda, un dels organitzadors
el passat desembre del campionat
de futbet celebrat a l'institut
El último hombre sobre la Tierra estaba sentado a solas en una habitación. De repente, llamaron a la puerta.
Aquesta microficció, titulada Knock, la va escriure Fredic Brown (1906-1972), un escriptor nord-americà de ciència ficció i misteri, l'any 1948. El microconte, com podeu apreciar, s'allunya intencionadament dels motius freqüents en les típiques històries del gènere i, per contra, provoca cert malestar inexplicable sense necessitat de recórrer a les tombes, els fantasmes o les calaveres.
Respectant l'esperit angoixós del minitext original, Jordi Úbeda Gandia, un alumne que està cursant enguany segon de Batxillerat Científic, ha escrit un microrelat a partir de les línies creades per Brown. El resultat, un bell text literari que no et deixarà indiferent.

El último hombre sobre la Tierra estaba sentado a solas en una habitación. De repente, llamaron a la puerta. El hombre se irguió al momento. Notó cómo una sensación de frío le recorría la columna. Empezó a sudar. ¿Acaso era miedo lo que sentía? Quizá se trataba, más bien, de curiosidad. De esa misma que mató al gato. Sin embargo, bajo sus circunstancias la muerte dejaba de ser un cruel castigo de la vida, pues la vida era el cruel castigo y la muerte tan solo una opción liberadora. Aun así, la pena que cumplía no le daba suficiente empuje para apretar el gatillo, por lo que seguía atrapado en ese círculo vicioso de soledad al que tenía la mala suerte de llamar rutina. El hombre se puso de pie. Todavía frío como el hielo, todavía sudoroso, todavía temblando. Se giró despacio y clavó sus dilatadas pupilas en el pomo de la puerta. Un paso tras otro, apoyaba los pies en el suelo de forma delicada. Quizás por miedo, quizás por cautela. Cuando al fin alcanzó su destino, posó su mano sobre el redondo y dorado pomo, y lo giró. A medida que lo hacía, un crujido de madera resonaba por toda la habitación. Al otro lado tan solo había otra puerta, exactamente igual a la que acababa de abrir. Su instinto le impulsó a llamar. Tras ella, el último hombre sobre la Tierra estaba sentado a solas en una habitación. De repente, llamaron a la puerta.

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