Avui 3 de març, Dia Mundial
de la Vida Silvestre, us oferim el breu relat de Mar Fité Serna, alumna de 4t A
amant dels animals que, amb la seua tendra historia, vol combatre qualsevol
delicte contra el medi ambient i conscienciar de la necessitat de preservar la
supervivència de les espècies salvatges dins dels seus hàbitats naturals.
Hace dos años mi familia y yo nos fuimos de viaje a Toledo. Nos alojamos en una cabaña en medio del monte durante tres días. Una de esas noches me despertaron unos sonidos muy parecidos a risas y me asusté mucho porque creía que había alguien fuera. Mis padres, cuando les conté lo sucedido, me explicaron que eran los sonidos que hacen los cárabos, una especie rapaz protegida y nocturna.
Mar Fité Serna
El bosque de los
cárabos
Estefanía
se había criado con sus abuelos en el campo.
Sus
padres murieron en un accidente cuando ella tenía tan solo cuatro años y a
partir de entonces su vida había transcurrido entre el colegio y la granja que
con cultivo ecológico de verduras y frutas llevaban Eric e Isabella.
Le
gustaba aquella vida tranquila alejada del bullicio de la ciudad, ayudando en
lo que podía y dando largos paseos a caballo por el bosque con Ray, su caballo,
y Morgan, su perro collie.
Fue
en uno de estos paseos cuando se le hizo algo tarde y, al oscurecer, oyó unos
extraños sonidos que le asustaron.
De
vuelta a casa intentó reproducirlos y su abuelo le dijo que eran los reclamos
de los cárabos, una especie protegida abundante en los bosques cercanos.
Una
mañana acudió a la granja un hombre de aspecto elegante con un gran coche.
Preguntó por su abuelo.
Quería
comprar la propiedad.
Pero
sus abuelos se negaron.
Luego
le explicaron que esta persona era un inversor que deseaba explotar el
nacimiento de agua de la granja para instalar una embotelladora.
Pasó
el tiempo y Estef creció.
Se
doctoró en Agricultura y Medio Ambiente.
En
su último año murió su abuelo Eric de un ataque al corazón.
Su
abuela era muy anciana y ella decidió ayudarla en la granja hasta su
fallecimiento.
Poco después de este, volvió a insistirle en comprar la
propiedad la misma empresa del millonario que años antes lo había intentado.
Estef
pensó en ceder. Quería viajar al Tercer Mundo y ayudar a las poblaciones pobres
a desarrollar su economía de forma sostenible.
Pero
al fin comprendió que la granja y la vida que sus abuelos le habían dado así como los
valores que le habían transmitido eran una oportunidad de oro y un legado.
Decidió
quedarse, continuar con la granja y montar allí un centro de educación
ambiental.
Los
cárabos continuaron a salvo…
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