La educación debe centrarse
en el alumno, con una evaluación más personalizada, acorde con su situación personal
y académica, su progreso individual y la resolución de sus posibles carencias.
Esto se lleva pregonando con mayor o menor intensidad desde hace lustros, pero basta
con enfrentarnos a la primera gran crisis de nuestro sistema educativo para
cambiarnos la chaqueta y adherirnos a la panacea del aprobado general. Resulta,
cuanto menos, curioso.
En las novelas de Julio
Verne, los protagonistas, cuando volaban en globo, solían encontrarse con
grandes dificultades y debían soltar lastre; en la sociedad española ese lastre
es la educación. Una vez más nos vemos frente al abandono de uno de los pilares
de la pedagogía moderna al que, como explicábamos al inicio, nos aferrábamos con
tamaña fuerza hasta hace solo un par de días: el de la atención individualizada
dentro, naturalmente, de un contexto grupal.
El aprobado general constituye
un atentado contra el mérito y el esfuerzo individual de aquellos alumnos que
han estado durante todo el curso realizando un gran esfuerzo, pues se les iguala
a aquellos que no habían realizado dicho esfuerzo esperando remontar en el
último tramo del curso, práctica muy extendida en la educación española y realmente
inaceptable. Si bien es cierto que el confinamiento ha perjudicado a quienes tenían
situaciones familiares más desfavorecidas, también lo es el hecho de que se han
cursado con total normalidad el primer y el segundo trimestre del curso.
“Situaciones excepcionales
requieren medidas excepcionales”, rezan muchas voces. Estamos de acuerdo, pues;
la medida excepcional lógica es la de tener en cuenta los dos primeros
trimestres y valorar el último como complemento a estos, pero nunca igualando
los trimestres. Un aprobado general no es una medida excepcional, es una
injusticia excepcional aplicada a aquellos que más se han esforzado.
Por suerte, Isabel Celaá no lo ha aplicado, diciendo, entre toda su pésima declaración (resulta curioso que sea filóloga) algo coherente. Gracias. Aunque sí se aplicará una “promoción general”, siendo la repetición “excepcional”, dice. Señora ministra, la repetición, que sepamos, ya era excepcional, puesto que la norma era promocionar. Aun así, gracias por no sucumbir a la injusticia individual que supondría un aprobado general.
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