Escena d'El retablo de las maravillas |
Per Jesús Ribera Úbeda, de 4tB
En la soleada mañana del miércoles 8
de febrero fuimos a ver, al Gran Teatre de Xàtiva, dos entremeses cervantinos: El
retablo de las maravillas y El
viejo celoso. Pero antes de empezar con las representaciones, uno de
los actores declamó un discurso cuyo contenido me pareció de un valor
incalculable. Y es que razón no le faltaba. No obstante, no les voy a hablar
sobre las palabras del comediante, pues me interesa más centrarme en los dos
entremeses que vimos.
Escena d'El viejo celoso |
Membres de la companyia teatral |
Primeramente, hablaremos sobre la
historia que cuentan estas piezas. El argumento de la primera consistía en la
estafa que realizaban dos artistas
ambulantes, quienes aseguraban que aquel que no contemplara las maravillas que
ellos mostraban en su retablo no era un auténtico cristiano. Sin embargo, nadie
veía nada, pues los cómicos nada enseñaban; aun así, todos fingían contemplar
los prodigios que ofrecían Chanfalla y Chirinos. El segundo entremés, por otra
parte, trataba sobre una joven esposa insatisfecha con su anciano y celoso
marido, quien la mantenía cautiva en su casa. Pero con la ayuda de una criada y
una vecina, consiguió un buen mozo con el que satisfacer sus necesidades.
En segundo lugar, nos centraremos en
la compañía Teatro Corral de Almagro,
responsable del espectáculo. Este grupo, con más de veinte años de historia,
está formado por unos actores que son ya unos especialistas y unos referentes
en la representación de obras del Siglo de Oro. Desde 1994 realizan, de manera
permanente durante los fines de semana, representaciones teatrales en el corral
de comedias de Almagro (Ciudad Real), único en el mundo. Además, participan en
numerosos festivales y en la Campaña de Teatro Clásico para Estudiantes,
campaña donde se enmarcan las piezas que vimos.
Una vez expuesto lo objetivo,
pasemos a lo subjetivo. En mi opinión, los entremeses de Cervantes no
estuvieron nada mal, aunque el hecho de no ser comedias en sí les confería una
sencillez que no fue del gusto de todos, según he oído decir a mis compañeros. Además,
debo añadir que el uso del castellano clásico incrementaba ligeramente la
dificultad de la comprensión de las palabras de los actores. Pero, a pesar de
esto, los mensajes que el manco de Lepanto quería transmitir con estas breves obras
se captaron perfectamente: la obsesión
de los españoles de la época con la limpieza
de sangre, en el caso de El retablo
de las maravillas; y el anhelo de las mujeres infelices de satisfacer sus deseos de placer, en El viejo
celoso, siendo este último de carácter más atemporal. Quizá sea ese el
motivo por el cual la segunda pieza fue de mayor agrado para los espectadores.
Sin embargo, el argumento fundamental que sostiene mi tesis se basa en el gran
trabajo que hay detrás de estas obras, ya no solo de los actores (puesto que no
es fácil interpretar personajes cómicos), sino de las personas encargadas del
atrezo, la iluminación, el montaje del escenario, etc. Así, el hecho de ser
consciente de esta gran labor —pues me he visto involucrado en una situación
bastante similar— hace que aprecie estas piezas.
En conclusión, si os gustan el
teatro del Siglo de Oro y las obras sencillas y breves, os recomiendo estos
entremeses cervantinos. Pero si, por el contrario, sois amantes de las piezas
dramáticas espectaculares, mejor que no vayáis a verlos, pues no satisfarán
vuestras elevadas expectativas.
Corral de comèdies d'Almagro |
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