dijous, 16 de febrer del 2017

Dos entremesos cervantins

Escena d'El retablo de las maravillas
Per Jesús Ribera Úbeda, de 4tB
En la soleada mañana del miércoles 8 de febrero fuimos a ver, al Gran Teatre de Xàtiva, dos entremeses cervantinos: El retablo de las maravillas y El viejo celoso. Pero antes de empezar con las representaciones, uno de los actores declamó un discurso cuyo contenido me pareció de un valor incalculable. Y es que razón no le faltaba. No obstante, no les voy a hablar sobre las palabras del comediante, pues me interesa más centrarme en los dos entremeses que vimos.
Escena d'El viejo celoso
Membres de la companyia teatral
Primeramente, hablaremos sobre la historia que cuentan estas piezas. El argumento de la primera consistía en la estafa que realizaban dos artistas ambulantes, quienes aseguraban que aquel que no contemplara las maravillas que ellos mostraban en su retablo no era un auténtico cristiano. Sin embargo, nadie veía nada, pues los cómicos nada enseñaban; aun así, todos fingían contemplar los prodigios que ofrecían Chanfalla y Chirinos. El segundo entremés, por otra parte, trataba sobre una joven esposa insatisfecha con su anciano y celoso marido, quien la mantenía cautiva en su casa. Pero con la ayuda de una criada y una vecina, consiguió un buen mozo con el que satisfacer sus necesidades.
En segundo lugar, nos centraremos en la compañía Teatro Corral de Almagro, responsable del espectáculo. Este grupo, con más de veinte años de historia, está formado por unos actores que son ya unos especialistas y unos referentes en la representación de obras del Siglo de Oro. Desde 1994 realizan, de manera permanente durante los fines de semana, representaciones teatrales en el corral de comedias de Almagro (Ciudad Real), único en el mundo. Además, participan en numerosos festivales y en la Campaña de Teatro Clásico para Estudiantes, campaña donde se enmarcan las piezas que vimos.
Una vez expuesto lo objetivo, pasemos a lo subjetivo. En mi opinión, los entremeses de Cervantes no estuvieron nada mal, aunque el hecho de no ser comedias en sí les confería una sencillez que no fue del gusto de todos, según he oído decir a mis compañeros. Además, debo añadir que el uso del castellano clásico incrementaba ligeramente la dificultad de la comprensión de las palabras de los actores. Pero, a pesar de esto, los mensajes que el manco de Lepanto quería transmitir con estas breves obras se captaron perfectamente: la obsesión de los españoles de la época con la limpieza de sangre, en el caso de El retablo de las maravillas; y el anhelo de las mujeres infelices de satisfacer sus deseos de placer, en El viejo celoso, siendo este último de carácter más atemporal. Quizá sea ese el motivo por el cual la segunda pieza fue de mayor agrado para los espectadores. Sin embargo, el argumento fundamental que sostiene mi tesis se basa en el gran trabajo que hay detrás de estas obras, ya no solo de los actores (puesto que no es fácil interpretar personajes cómicos), sino de las personas encargadas del atrezo, la iluminación, el montaje del escenario, etc. Así, el hecho de ser consciente de esta gran labor —pues me he visto involucrado en una situación bastante similar— hace que aprecie estas piezas.
En conclusión, si os gustan el teatro del Siglo de Oro y las obras sencillas y breves, os recomiendo estos entremeses cervantinos. Pero si, por el contrario, sois amantes de las piezas dramáticas espectaculares, mejor que no vayáis a verlos, pues no satisfarán vuestras elevadas expectativas.
Corral de comèdies d'Almagro

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