Todo alumno
se ha cuestionado alguna vez la utilidad de ciertas disciplinas académicas,
como la literatura. La primera imagen que tenemos de ella son las lecturas
obligatorias, que son un error. Estas son el detonante de que el 25% de los
adolescentes no le den importancia a esta actividad. La verdad es que no me
sorprende: el concepto de libro se atrofia
con el paso de los cursos porque la mayoría aburre por la razón que ahora
comentaré.
Como dijo la
novelista Ana María Matute, la literatura
no se enseña ni se aprende, se descubre, y yo descubrí a Stieg Larsson, que
hizo despertar en mí el deseo por la lectura. Se acabaron los aburridos temas
de aventuras de película infantil; se acabó evitar los temas tabú, que los
hacen tan artificiales; y, por fin, se acabaron los personajes de siempre: ¿dos
adolescentes?; ¿un periodista frustrado? ¡Llevamos así desde el principio de la
ESO!
Por otro
lado, observemos la definición de literatura:
"la literatura es el arte de la expresión escrita o hablada". Por
tanto, la literatura se supone que es una actividad creativa pero que ahora se
ha transformado en hacer que la creatividad de treinta personas se desarrolle a
partir del mismo libro. Imposible. Para cada alumno, su expresión es distinta,
como afirma constantemente Borja Vilaseca, pionero en este tipo de educación. Deberían
enseñar más a saber expresarnos que, de manera indirecta, a leer más rápido
para pasar el mal trago. Cada alumno se sentirá mejor con una crítica, narrando
historias o expresándose en un poema. Esto nos ayuda a nosotros mismos a dejar
libre nuestra imaginación y poder liberarnos del yugo de las responsabilidades
a las que estamos acostumbrados.
La
literatura es el medio por el que decimos al mundo lo que sentimos, opinamos,
necesitamos y queremos. Sin su conocimiento seremos la caja de Pandora, que
alberga los grandes secretos de la humanidad , siempre cerrada.
Jana Ruiz Castro (2n de Batxillerat Científic)
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