dijous, 16 de setembre del 2021

«Aprobado general, injusticia individual», una reflexió d'un alumne de Batxillerat

La educación debe centrarse en el alumno, con una evaluación más personalizada, acorde con su situación personal y académica, su progreso individual y la resolución de sus posibles carencias. Esto se lleva pregonando con mayor o menor intensidad desde hace lustros, pero basta con enfrentarnos a la primera gran crisis de nuestro sistema educativo para cambiarnos la chaqueta y adherirnos a la panacea del aprobado general. Resulta, cuanto menos, curioso.

En las novelas de Julio Verne, los protagonistas, cuando volaban en globo, solían encontrarse con grandes dificultades y debían soltar lastre; en la sociedad española ese lastre es la educación. Una vez más nos vemos frente al abandono de uno de los pilares de la pedagogía moderna al que, como explicábamos al inicio, nos aferrábamos con tamaña fuerza hasta hace solo un par de días: el de la atención individualizada dentro, naturalmente, de un contexto grupal.

El aprobado general constituye un atentado contra el mérito y el esfuerzo individual de aquellos alumnos que han estado durante todo el curso realizando un gran esfuerzo, pues se les iguala a aquellos que no habían realizado dicho esfuerzo esperando remontar en el último tramo del curso, práctica muy extendida en la educación española y realmente inaceptable. Si bien es cierto que el confinamiento ha perjudicado a quienes tenían situaciones familiares más desfavorecidas, también lo es el hecho de que se han cursado con total normalidad el primer y el segundo trimestre del curso.

“Situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales”, rezan muchas voces. Estamos de acuerdo, pues; la medida excepcional lógica es la de tener en cuenta los dos primeros trimestres y valorar el último como complemento a estos, pero nunca igualando los trimestres. Un aprobado general no es una medida excepcional, es una injusticia excepcional aplicada a aquellos que más se han esforzado.

Por suerte, Isabel Celaá no lo ha aplicado, diciendo, entre toda su pésima declaración (resulta curioso que sea filóloga) algo coherente. Gracias. Aunque sí se aplicará una “promoción general”, siendo la repetición “excepcional”, dice. Señora ministra, la repetición, que sepamos, ya era excepcional, puesto que la norma era promocionar. Aun así, gracias por no sucumbir a la injusticia individual que supondría un aprobado general.

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