¿Puede un producto de diseño industrial (automóvil, motocicleta, ordenador, mueble, sofá, montura para bicicleta, lámpara, casco protector para ciclistas, etc.) ser considerado un objeto artístico?
Para contestar esta pregunta, antes deberíamos comprender correctamente (o por lo menos intentar definir) aquello que consideramos arte. Según la RAE, el arte es textualmente: “La manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Después de leer esta triste definición, a mí se me ocurre una pregunta: ¿cómo puede ser algo tan bello definido de una manera tan simple? El arte es más que eso, es expresión, pero también interpretación; es sentimiento (desde el placer hasta el dolor), es pura contradicción y, por tanto, la esencia del ser humano.
Arte es todo aquello que expresa, ya sea una situación cotidiana o un recuerdo que ha viajado desde el recoveco más profundo de nuestra alma, por lo que si al artista un objeto cotidiano le resulta el elemento perfecto para expresar lo que siente, o recuerda, ¿por qué deberíamos dejar de considerarlo arte? A mi parecer, el hecho de que estemos habituados a ver estos objetos no los hace menos especiales. Aunque está claro que no tiene la misma complejidad, a la hora de ser elaborado, pintar un “Picasso” que plasmar el elemento cotidiano. Pero… ¿Es que acaso solo es arte aquello que necesita un largo proceso de elaboración?
Ante estos elementos cotidianos que de
repente llevan la etiqueta de arte colgando, nos encontramos con una situación
completamente diferente a la usual, ya que aquí ya no se juzga la capacidad del
artista de crear, sino que es el receptor el que tiene que esforzarse por
comprender lo que se intenta representar y poder comprenderlo o no dependerá de
su sensibilidad en ese momento.
El arte no debería ser visto con ojos
mundanos, porque en el caso de intentar hacerlo, simplemente no veremos nada,
estaremos desencantados por aquello que vemos e incluso diremos en voz alta:
“eso yo también lo puedo hacer”. El arte nos puede ayudar a quitarnos esa venda
de los ojos, esa que nos hace verlo todo aburrido o maravilloso, esa que nos
hace ver la vida en tonos blancos y negros, sin contrastes y aburrida.
Dejemos que el arte nos llene los ojos de color, y si somos un poco más atrevidos… ¿Por qué no mancharnos también las manos?
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