Todos conocemos las bochornosas escenas que se vivieron hace unas semanas en el Capitolio de los Estados Unidos de América, pues han sido noticia tanto en los medios convencionales como en las redes; pero aprecio que para la mayoría de la gente se ha quedado en eso, una noticia.
Pese a haberse hecho eco del asunto,
la mayoría de medios tradicionales se limitaron a relatar los hechos como una
más de las locuras de Trump y sus seguidores y nada más allá de eso, cosa que
claramente se ve reflejada en la opinión y conversación públicas y recientes. Y
es que al no dársele la debida importancia a un suceso que cerca estuvo de ser
un golpe de estado en la democracia más significativa del mundo, automáticamente
la gente decidió tratar el tema como uno más, y tras haberse reído de cuatro memes
lo olvidó por completo. Y no digo que el humor y quitarles peso a las cosas no
estén bien, todo lo contrario; son la forma más acertada de reaccionar en tiempos
difíciles, bajo mi punto de vista. Pero lo que vimos en Washington fueron
enfermos y radicales campando a sus anchas e izando sus banderas en una de las
instituciones más importantes para la salud de la democracia en Occidente, algo
que llevaba sin suceder (con éxito) desde los tiempos de Hitler.
Con esto quiero decir que
tenemos que ser conscientes de lo que ocurre en nuestra sociedad y prestarles
muchísima atención a los movimientos políticos que hoy amenazan nuestra forma
de vida. Citaré una de las frases más usadas y reusadas por los grandes líderes
e intelectuales a lo largo de los siglos: quien no conoce su historia está condenado
a repetirla.
Carta al director escrita per Pau Montés Magdalena (15 anys)
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