Los Ecos Rotos
Per Pau B. P.
El
alba despierta con un grito ahogado,
un sol tembloroso entre el
polvo y el fuego.
Las calles vacías son sombras de un mundo
que
ayer respiraba y hoy en recuerdo quedó convertido.
Los
muros susurran nombres olvidados,
rostros que el viento se llevó
sin piedad.
Cartas rasgadas y sueños rotos,
duermen
en tierra que nunca hablará.
El
niño que juega con restos de escombros
nunca ha sabido lo que
es un hogar.
No entiende el estruendo, la furia del hombre,
pero
su silencio ya es algo habitual.
Su
padre marchó con la cabeza alta,
su hermano partió y no volvió
jamás.
Él solo recoge cenizas y polvo,
buscando
respuestas en un campo de sal.
Los
hombres avanzan con rostros de piedra,
marchan sin alma, con
armas en pie.
No ven las lágrimas, no oyen las súplicas,
tan
solo obedecen, no pueden volver.
El
suelo respira cenizas y miedo,
la lluvia es de plomo, el río es
de sal.
Los árboles lloran, las flores se apagan,
la
guerra consume hasta la verdad.
Pero
en la distancia, en rincones ocultos,
aún quedan voces que
quieren cantar.
Voces que piden, entre el estruendo,
una
tregua, un respiro, un nuevo comenzar.
¿Qué
es la paz sino el sueño quebrado
de aquellos que un día
dejaron de hablar?
Un puente invisible, un hilo tan frágil
que
en manos de pocos se puede romper.
No
hay paz en banderas, en muros ni espadas,
no es un decreto ni un
falso papel.
La paz es la risa de un niño sin miedo,
el
sol sin cenizas, la tierra sin hiel.
Es
tiempo de alzarla, de hacerla eterna,
de darle un nombre, de
hacerla real.
Porque tras la guerra no quedan vencedores,
solo
cicatrices que no sanarán.
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